El 16 de septiembre de 2017, en Budapest
Estimado y querido Señor Cardenal. Estimados Líderes Eclesiásticos y Mundiales. Estimado Señor Presidente. Señoras y señores. Queridos Líderes de la Asociación.
Si anoche, en el oscuro crepúsculo nos hubiéramos juntado en un rincón con el señor cardenal como conspiradores para ponernos de acuerdo de cómo entrelazar nuestros discursos de hoy, tampoco habríamos podido alcanzar mejor resultado que así, sin haber conspirado para nada. Pues bien, lo que quisiera decirles, que yo deseo empezar desde el punto donde el Señor Cardenal ha terminado. Las coincidencias entre nuestras ideas a lo mejor no son casuales, mucho más se deben al espíritu de la época, o bien, a la similar forma de comprender las inquietantes cuestiones de nuestras vidas. A saber, el Señor Cardenal ha hablado de lo profundo que las raíces del cristianismo están arraigadas en el suelo. Ha evocado el intento fracasado del calendario republicano francés, para apuntar a que ni hachas, ni sierras fueron capaces de eliminar el cristianismo de la vida de los pueblos europeos, incluso, justo al contrario: como lo refleja el ejemplo de este calendario, las hachas quedaron atrapadas y desafiladas. Hoy, en cambio, yo quisiera hablarles de lo que nos está amenazando que no es aquella hacha que el cristianismo pudo evitar tantas veces con éxito, como lo ha mencionado también el señor Cardenal, sino hoy nos enfrentamos a una situación, en la que nuestros contrarios han comprendido que la fuerza social del cristianismo consiste justamente en que tiene raíces profundamente arraigadas en la sociedad humana a la que sirve. De allí que el objetivo del actual programa anticristiano europeo es intercambiar este subsuelo. La meta es crear un subsuelo en el que las raíces del cristianismo no puedan arraigarse, lo más gruesos y fuertes que sean, y por consiguiente el enorme árbol simplemente volcará y se caerá. Y en ese momento ya podrán venir los leñadores con sus hachas. Este es el método con el cual es posible debilitar de manera fatal al cristianismo en Europa. Esto es de lo que querría hablar en cuanto llegue a este punto en el marco de mi ponencia que fue redactada con antelación.
Estimados señoras y señores,
Me han invitado para dar una ponencia. Las ponencias son un género estricto, lo hemos podido comprobar hace un rato: suponen una forma de expresión clara y concisa, unos temas bien definidos y una presentación moderada, reservada, e incluso, didáctica. Pero yo no puedo cumplir con estos requisitos, de allí que él género en el que expondré mis ideas será distinto al de una conferencia, será más bien un saludo.
Tengo el honor de saludarles a los que me han invitado. Les saludo a los amigos, a los aliados y a los compañeros. Nosotros somos los que nos hemos reunido en esta sala, los que queremos ser quienes somos. Nosotros somos aquella gente de la sociedad húngara, la que se ve a sí misma según como Dios la ha creado, por ejemplo, yo personalmente me considero un hombre húngaro cristiano. Nosotros somos a quienes no nos interesa que cambiemos lo que somos. No nos interesa oponernos a la voluntad del Creador, y tampoco nos inquieta cómo podríamos evitar nuestras obligaciones procedentes de nuestro estado de seres creados, como lo suelen expresar Ustedes. Lo que a nosotros nos interesa, incluso nos excita, es más bien el cómo podemos cumplir con estas obligaciones nuestras. Cuando nos juntamos, nos reunimos y charlamos, lo que buscamos y estudiamos es justamente el exacto sentido de estas obligaciones, incluso, la posibilidad de elevarlas hasta convertirlas en una vocación. Esta constitución psíquica común para nosotros constituye un fundamento espiritual, de allí nacen nuestros afectos de amistad, y que lo pongamos sin trabas: nuestra unión política. Es un estrecho vínculo que nos une. Estrecho, duradero y experimentado.
Recordemos que después de 2002, aquellas tertulias civiles, de las que todos nosotros nos acordamos tan claramente, nacieron de este mundo de los intelectuales cristianos. También podemos recordar que en estas tertulias aprendió el país la asignatura titulada “¿Qué debemos hacer contra los postcomunistas que han regresado?”. Después de 2002, juntos desarrollamos la capacidad de poder enfrentarnos a la dirección política antirreligiosa, antinacionalista y contra la familia, y al mismo tiempo servir nuestra patria. Lo recordarán: la patria no puede estar en oposición. Me acuerdo de cómo recorrimos juntos el país lo que puso las bases de la situación actual, en la que el fondo social de la derecha civil, nacional y cristiana, o bien, con terminología socialista, su anclaje es sumamente superior al anclaje social de nuestros rivales. Estimada Asociación de Intelectuales Cristianos, ¿quién lo hubiera pensado hace quince años? Y recuerdo que en 2009 juntos intuimos la posibilidad de una exitosa revolución constitucional, y posteriormente nació de esta intuición, como lo dicen los matemáticos, en base de la conjetura y de un arduo esfuerzo nació la mayoría parlamentaria de dos tercios, de lo cual se desprendió una nueva constitución, cuyos méritos – con su permiso - no los voy a enumerar, debido a que ya los habíamos mencionado tantas veces que solamente suscitarían aburrimiento. Y me acuerdo del 2013, cuando en nuestras reuniones, nuestras reuniones conjuntas encontramos juntos la clave para que la derecha cristiana fuera capaz de ganar unas elecciones también desde la posición del Gobierno, cosa que pasó la primera vez en la historia de la democracia húngara moderna, esto es, que fuera capaz de construir una mayoría no solamente política, sino social a la vez. Y también recuerdo que, en 2015, en el congreso donde ustedes fueron co-organizadores, titulado “Las señales de los tiempos” reflexionamos juntos acerca de la situación, rendimiento y posibilidades del Gobierno, y espero mucho que este congreso sea el que recordemos al cabo de uno o dos años, como el que nos había abierto el camino hacia la repetición en 2018, o sea, hacia la oportunidad de llegar a ganar la tercera vez consecutiva.
Señoras y señores, quisiera ponerlo claro que el Gobierno aprecia mucho el trabajo de las iglesias cristianas y de las organizaciones no gubernamentales de su entorno. Lo valoramos, yo personalmente lo valoro mucho. La primera frase de mi credo político, tal vez, podría ser que en la política y en la dirección de un país, uno solo nunca puede ser lo suficientemente listo. Siempre es necesario tener un lugar donde se pueda debatir y reflexionar sobre todo lo que uno considera como correcto para pensar y actuar. Y estoy convencido también, señoras y señores, de que lo que es bueno para los cristianos húngaros, es también bueno para Hungría, de allí que el Gobierno da la bienvenida al trabajo realizado por las iglesias cristianas y por las organizaciones civiles de su entorno.
Estimados señoras y señores,
Nunca hemos escondido nuestras metas, siempre hemos revelado francamente nuestros objetivos. En el caso de Ustedes es algo natural, es lo mínimo que podemos exigir de una comunidad basada en la fe. Lo mismo se debería exigir de la política, pero no siempre se consigue cumplirlo. Si algo podemos mencionar como un argumento a favor del Gobierno actual, es que, en todos los casos cuando era posible expresó las cosas clara y francamente, nunca hemos disimulado nuestras intenciones. Tampoco ahora quisiera hacerlo. Descubrimos y confesamos abiertamente nuestros objetivos. Nosotros queremos una Hungría húngara y una Europa europea. Y esto es posible solamente si asumimos el compromiso de que nosotros queremos una Hungría cristiana en una Europa cristiana. Estamos convencidos de que esto no solamente significa un compromiso con nuestro pasado, sino - conforme con el patrimonio recibido de József Antall - creemos que esto es lo único que tiene futuro.
Estimados señoras y señores,
Me desviaré un poco para comentar una idea referente a la relación que existe entre el cristianismo y la política. Los partidos con orientación cristiana reciben frecuentes críticas por supuestamente arrogar para sí mismos indebidamente la tarea y la vocación de proteger al cristianismo. Yo mismo he reflexionado mucho sobre esta crítica que de vez en cuando plantean incluso desde dentro de las iglesias. Y he descubierto algo en el fondo de este asunto que vale la pena considerar. Ya que, si lo pensamos bien, es verdad que la defensa del cristianismo no es el deber de la política, la protección del cristianismo es tarea de otros en el marco la división de trabajo de las sociedades modernas. Entonces y aun así ¿cómo debemos determinar la tarea de las políticas cristianas? Estoy convencido de que los partidos políticos, aquellos partidos políticos que tengan una orientación cristiana, tienen la obligación y la vocación de defender aquellas formas de vivir humanas que procedan del cristianismo. Eso quiere decir que no debemos realizar luchas teológicas, ni dogmáticas para defender el cristianismo, sino debemos proteger aquellas formas de vivir que dimanen del cristianismo. Así es, entre otros, la persona y su dignidad, el ser humano, tal como lo imaginamos nosotros. Así es la familia que necesita ser protegida. Así es la nación que debemos proteger y así son nuestras comunidades basadas en la fe y nuestras iglesias que también deben ser protegidas. Debido a que nosotros no intentamos proteger el cristianismo en términos teológicos, ni dogmáticos, sino intentamos proteger las formas de vivir que nacieron del cristianismo tanto en Hungría, como en Europa, esto hace posible que los partidos con orientación cristiana recogieran un apoyo más amplio y votos más numerosos que equivaldría al número de los creyentes de una sociedad. Ya que la persona y su dignidad no solamente les importa a los creyentes, la familia no solamente les importa a los que tengan un ordenado vínculo con Dios, y la nación es adorada y amada no solamente por aquellos que puedan entrelazar la existencia de la nación con la voluntad del Creador, sino también por aquellos que no puedan, o bien, no quieran establecer este vínculo en el sentido intelectual o espiritual. Eso refleja muy bien que las políticas con orientación cristiana, si determinan bien su papel consistente en defender las formas de vida nacidas del cristianismo, de forma justa pueden contar con un apoyo mucho más amplio de lo que sería el apoyo procedente del círculo de los creyentes.
Eso nos hace regresar a las ideas del señor Cardenal, ya que, en la vida pública de la Europa moderna sin disponer de una mayoría social casi es imposible actuar en el mundo de la política y de la vida pública. Y esta circunstancia aparentemente contradice al hecho de que existan países donde los creyentes cristianos no son la mayoría, para ponerlo de forma cortés, optimista y eufemística. Donde los creyentes cristianos no constituyen la mayoría, sin embargo, sus partidos sí que se presentan a la lucha política y esperan que puedan crear un apoyo mayoritario. Describir la situación exacta de Hungría no forma parte del tema de mi ponencia de hoy, aun así, es importante que sepamos que los partidos políticos que siguen las enseñanzas sociales cristianodemócratas en Hungría tienen y siempre tendrán la oportunidad de lograr la confianza y el apoyo de la mayoría de la sociedad, independientemente del número de los creyentes. Debido a ello, Ustedes, al celebrar una alianza con nosotros, no la hacen para representar sus propios valores en aquellos círculos donde estos valores ya de por sí están representados, sino se alían con los partidos con orientación cristiana para que los valores que son importantes para Ustedes podamos hacerlos valer en un amplio ámbito mediante las políticas del Gobierno. Esto es lo que sirve de base emocional para esta alianza.
Estimados señoras y señores,
Sin dignidad humana, sin saludables familias, sin fuertes vínculos con la nación y sin comunidades basadas firmemente en la fe, Hungría no podrá subsistir. Esta es una ley vigente desde hace mil años y seguirá siéndolo durante mucho tiempo más.
De allí que nos inquieta a todos la cuestión de si ¿va a existir una Hungría cristiana, si va a existir una Europa cristiana? Esta es la cuestión en la que me fijo. En lo que respecta a Hungría, es más fácil buscar una respuesta, ya que esto solamente depende de nosotros, de los húngaros. Si los húngaros lo quieren, existirá una Hungría cristiana. Nos da la impresión de que nuestras herramientas, nuestra fuerza de convicción, nuestra influencia y nuestras posibilidades aquí dependen únicamente de nuestro talento, compromiso y rendimiento personales. Pero ¿va a existir una Europa cristiana? Esta pregunta ya es más complicada y ahora quisiera compartir con Ustedes un par de tristes ideas al respecto.
Si Ustedes echan un vistazo a la estructura interna de Europa, podrán ver, en especial si disponen también de un enfoque histórico, que dentro de la Unión Europea y dentro de la comunidad de los pueblos europeos siempre ha habido una cierta tensión interna, el sistema de relaciones siempre se movía según una cierta dinámica, la que tenía que ser superada continua y repetidamente mediante acuerdos y compromisos. Según algunos historiadores la tensión y dinámica interna de Europa derivadas de su diversidad fue la que nos llevó a la competición y lo que al fin y al cabo convirtió Europa en el continente predominante del mundo para largos siglos. También yo lo pienso así. Diferencias, por tanto, siempre existían: entre el grupo de los países del norte y del sur, entre los países occidentales y orientales, entre los países más ricos, llamados contribuyentes y los más pobres, llamados beneficiarios, existe la eurozona, que no incluye todos los veintiocho países miembros de la Unión Europea, o sea, existe la eurozona y el grupo de países que están fuera de ella, y es posible reconocer numerosas otras estructuras más. Ahora estoy hablando de que hoy día vivimos en una época cuando la comunidad de los pueblos europeos se enfrenta a una dinámica completamente nueva, antes no conocida, una tensión y un conflicto interior sustancialmente distintos a los anteriores, de una naturaleza totalmente diferente. Este nuevo conflicto, tensión interna existe entre los países convertidos en países inmigrantes y los países no inmigrantes. Afirmar este hecho todavía se considera un tabú en la política europea, pero el discurso de apertura dictado por János Latorcai, según el estilo de los „kurutz”1 rebeldes, con la espada en la mano, me da autorización para que intente por lo menos debilitar este tabú, si a falta de fuerzas, derribarlo no podré.
Así, pues, la situación es que hoy la tensión decisiva de Europa, que se vincula con la cuestión de si va a existir una Europa cristiana, o bien, si Europa va a ser cristiana, radica en que existe un grupo de países que ya se han convertido en países inmigrantes. Ellos acogieron civilizaciones no cristianas. Y hay países que todavía no se han convertido en países inmigrantes, o bien, no quieren convertirse en países inmigrantes. La gran tarea, podría también decir, el desafío histórico que encaran los líderes europeos hoy consiste en construir, encontrar y elaborar de alguna forma la convivencia entre estos dos diferentes grupos de países, de encontrar la forma de colaboración entre ellos. Si no lo logran, entonces esta tensión puede causar una ruptura mucho más fuerte de la que existe hoy, e incluso, podrá conllevar una ruptura fatal en la historia del continente. Nosotros estamos interesados en que logremos superar esta tensión interna con la ayuda de unas sabias políticas y aceptando nuestras diferencias mutuamente. Desde nuestro punto de vista, ya que nosotros no pertenecemos al grupo de los países inmigrantes, estos países inmigrantes realizan una política exterior equivocada, han perdido el control sobre sus fronteras, están expuestos a una migración moderna de los pueblos, han optado por una línea de desarrollo totalmente nueva. Nosotros no lo hemos hecho, nosotros seguimos la antigua ley. Esta ley antigua traducida a la política dice que un país sin fronteras es como un huevo sin cáscara. Se observa un extraño fenómeno en la política europea. Voy a citar una idea del exministro de asuntos exteriores de los Estados Unidos, el Señor Kissinger, que compartió el siguiente pensamiento con nosotros: “Hoy podemos observar una situación histórica totalmente rara. Vemos una región que no defiende sus fronteras exteriores, incluso, las abre. Durante miles de años, nunca antes ha ocurrido algo parecido.”
Estimados señoras y señores,
Obviamente, en los países inmigrantes los derechos vinculados con la acogida de los inmigrantes gozan prioridad sobre los derechos relativos a la defensa de las fronteras de los Estados. Esta tesis no la aceptamos, nosotros ponemos en primer lugar el derecho de defender las fronteras exteriores. Esto también significa, me refiero a lo que vemos en el occidente europeo, que los derechos humanos de los inmigrantes tienen prioridad sobre la voluntad de los ciudadanos europeos, los que en cambio no quieren dejarlos entrar. Y esto plantea la cuestión de la democracia. Lo que estamos afrontando es el problema de la democracia de los países occidentales. Siguen con unos principios que la mayor parte de la sociedad obviamente ya ha dejado de seguir, aún si los habían seguido alguna vez, han empezado a abandonarlos, incluso a ponerse en contra de ellos. Nosotros no conocemos este problema de la democracia, debido a que hemos optado por otra solución, en esta difícil cuestión de si debemos o no convertirnos en un país inmigrante. Con la ayuda de consultas nacionales estamos involucrando de manera constante en la toma de decisiones de la dirección política a los ciudadanos que quieren y están dispuestos de expresar su opinión sobre este tema.
Por supuesto, este problema nos lleva a plantear un dilema moral que surge de forma regular en los debates europeos sobre el cristianismo actual. Pues, ¿quién es buena persona? Ya que muchos argumentan a favor de la forma de pensar de los países inmigrantes, diciendo que una buena persona tiene que acoger los que padezcan necesidades. Y entre los presentes no hace falta subrayar que esta idea está profundamente arraigada en las enseñanzas cuyos seguidores somos todos nosotros. No obstante, cuando se trata de una migración de pueblos, y este es el caso del que hablamos, esto cambia las cosas. Estoy convencido de que en caso de una migración de pueblos debemos dar ayuda para los países, naciones o segmentos de naciones con problemas en el lugar donde el problema haya surgido y no debemos trasladarlos aquí, porque con ello no solucionamos el problema, sino que lo ponemos encima de nosotros. Esta política no es ni sabia, ni razonable. Por consiguiente, nosotros representamos una política moralmente correcta y buena, representamos la política de la buena gente cuando decimos que debemos llevar allí la ayuda, en vez de traer aquí el problema. Pero la ayuda hay que llevarla allí.
Si consideramos desde este punto de vista la política europea de hoy, no podemos jactarnos, porque si hablamos sinceramente, con el corazón en la mano, entonces los europeos no llevaron allí la ayuda, sino el problema. Ciertamente fue así, ya que con la participación de los Estados europeos, de los grandes Estados europeos, bombardearon a Libia, que hasta entonces había servido de barrera para retener las grandes oleadas migratorias, y después de todo, Siria no fue destrozada por los propios sirios, estimados señoras y señores, sino por la intervención occidental. Los que ahora desean hablar con nosotros desde una posición de superioridad, con nosotros que no queremos convertirnos en países inmigrantes, más bien deberían autoexaminar su propio rol, para ver en qué medida contribuyeron ellos a producir el problema cuyas consecuencias ahora desean imponer sobre nosotros.
Estimados señoras y señores,
Con esto solamente he querido decir que la política que no desea permitir que Hungría se convierta en un país inmigrante no solamente es una política razonable, sino está moralmente fundamentado y es moralmente asumible. Hace un par de días he leído un estudio sobre la política europea, donde he encontrado una frase que quiero compartir con ustedes, porque me parece que es muy acertada. Dice así, que algunos políticos son como los malos jinetes, a los que les quita tanta atención quedarse sobre la silla de montar, que ya no pueden preocuparse por la dirección en la que van. Hoy día, si miramos Europa, de alguna manera, nos da esta impresión.
La pregunta es, estimados señoras y señores, ¿a dónde nos lleva esto? La verdad es que en los países que ya se han convertido en países inmigrantes se producirá una población mixta, según las leyes de la matemática y según la historia y las experiencias que conocemos. No veo ni la fuerza, ni la capacidad y tampoco el conocimiento de ¿cómo podrían los países que ya se han transformado en países inmigrantes reconvertirse otra vez en países no inmigrantes? Ahora bien, si no son capaces de hacerlo, entonces se generarán países con una población mixta, con un elemento cristiano y otro elemento no cristiano con una fuerte identidad religiosa. Y si interpreto bien las leyes de la biología y de las matemáticas, entonces la proporción de estos dos elementos padecerá una constante modificación en detrimento del cristianismo y a favor de las comunidades religiosas no cristianas. El final de todo este proceso es imprevisible, más bien, es previsible solamente en términos matemáticos, y en este sentido, al contrario, sí que es bastante fácilmente previsible. Esto sirve de respuesta ante nuestra pregunta, eso sí, es simplemente una respuesta matemática, y afortunadamente la historia humana y la política son algo más complejos que las matemáticas, y hoy nuestra única esperanza la podemos depositar en esto, acerca del final de este proceso.
De una manera extraña, tengo que decir que el grupo de los países inmigrantes con una población mixta que se ha formado dentro de la Unión Europea, a pesar de que se considera moralmente superior a nosotros, en realidad hoy ellos suponen la mayor amenaza sobre los valores europeos. Ya que en estos países con una población mixta se cuestionan y se ponen en riesgo día tras día aquellos valores que son el fundamento de la vida europea. Se ve amenazada la libertad religiosa, la idea de que todos los seres creados por Dios tienen el derecho de encontrar el camino que les guía hacia Él. Existen religiones que no hacen posible esto para aquellos que no hayan nacido dentro de sus comunidades. Ayer leí en la prensa algo considerado como un gigantesco logro de reforma, que en alguna parte de Arabia le han permitido a las mujeres nacidas en comunidades musulmanas que ya no están obligadas a casarse con hombres musulmanes. Y esto se considera un enorme y excepcional avance. Se ve claramente, pues, que otras comunidades religiosas tienen ideas diferentes a las nuestras, que somos cristianos, acerca del concepto de la libertad religiosa. Así que tenemos toda la razón al afirmar que en los países mixtos donde se debilite el elemento cristiano, esto conllevará una amenaza contra la libertad religiosa. De forma similar, en nuestro mundo la igualdad entre hombres y mujeres es un punto de partida fundamental, esto también se verá amenazado en una Europa, donde habrá un número creciente de aquellos que no aceptan la igualdad de hombres y mujeres. Sin mencionar la lucha contra el antisemitismo que también se verá debilitado en Europa occidental, ya que podemos pensar cualquier cosa de los que vienen con la corriente migratoria, pero una cosa podemos decir de ellos con certeza, y es que ellos no consideran como aliados al pueblo del Antiguo Testamento, bajo ninguna circunstancia. Por tanto, debo apuntar a que en los países inmigrantes los valores europeos se ven amenazados tanto en lo que respecta la libertad religiosa, como en lo referente a la lucha contra el antisemitismo, o bien, a la igualdad entre hombres y mujeres.
Estimados señoras y señores,
Nosotros por nuestra parte no vamos por este camino. No nos olvidamos de cómo nos juzgaron los alemanes, los austríacos y la prensa occidental, con una arrogancia soberbia y moral imperialismo cuando habíamos construido las vallas. Podemos recordar que mediante fotos manipuladas e historias de horror inventadas iniciaron una campaña mundial de calumnias contra nosotros. Todo el mundo pudo ver y comprender, por lo menos los que usen un poco el meollo, que se trataba de una campaña contra Hungría ordenada, realizada y dirigida de manera central, para vengarse porque habíamos cerrado el itinerario balcánico usado antes por los migrantes.
Estimados señoras y señores,
Al evocar todo esto no me mueve el resentimiento. La evocación de todo esto no es importante para felicitarnos y ponernos cómodos, y tampoco para afirmar que teníamos razón. Es importante evocarlo, porque esto refleja que todavía los países inmigrantes no han encontrado la forma de cómo convivir dentro de una misma comunidad política con los países no inmigrantes, todavía, por lo menos espero que sea así. Ya que, si queremos convivir ellos, los países inmigrantes y nosotros, los países no inmigrantes, no podemos hablar así, y no debemos tratarnos así. Así no tendremos una vida pacífica, amistosa y equilibrada dentro de la comunidad.
Estimados señoras y señores,
La situación es que hoy la única preocupación de los occidentales es forzarnos con alguna herramienta jurídica, política o financiera para que nos volvamos, nos hagamos similares a ellos, y no se trata solamente de Hungría, sino también de los otros países de Europa central. Eso es, que también los pueblos y países de Europa central deberían transformarse en países inmigrantes. Nosotros no lo queremos. Todos tienen que tomar conocimiento, también en Bruselas, que nosotros no seremos un país inmigrante. Justamente por eso, el futuro de Europa depende de cómo podemos tratar este conflicto y diferencia interiores.
Si me permiten, quisiera hacer otro comentario perteneciente a una dimensión espiritual o ideológica. La ideología de los países inmigrantes es fácilmente identificable, estoy convencido de que, entre otras cosas, esto les hizo convertir en países inmigrantes. Allí predomina la ideología del liberalismo internacional. No obstante, en el caso de los países no inmigrantes nuestra idea principal no es el liberalismo internacional, sino la soberanía y las enseñanzas sociales cristianas. La adopción del actual liberalismo de Europa occidental supondría simplemente un suicidio para los centroeuropeos, o para ponerlo más precisamente, se convertiría en la ideología del suicidio para los países de Europa central. Y esto sucedería de la forma que finalmente también nosotros nos convertiríamos en países inmigrantes. También nosotros sufriríamos por el terrorismo, también aquí se reduciría la seguridad pública, tampoco nosotros podríamos defender nuestras fronteras y tampoco nosotros creeríamos más en que es posible parar y dar la vuelta a la terrible y fatal crisis demográfica mediante el apoyo de las familias, sino al revés, como ellos, importaríamos población desde el exterior para compensar los procesos demográficos desfavorables.
Estimados señoras y señores,
Todo esto significaría para Europa central que nos convertiríamos también nosotros en un país de cultura mixta en un futuro previsible, todavía en nuestra vida se desestabilizaría nuestra identidad nacional y cristiana. Y esto significaría que perderíamos todo por lo que aquí, en la Cuenca de los Cárpatos venimos trabajando desde los difíciles inicios mencionados por el señor Cardenal, durante mil años, a lo largo de treinta y seis generaciones, y lo que aquí, en la Cuenca de los Cárpatos ha dado el sentido de vida a tantos húngaros. Está claro, pues, que tenemos que enfrentarnos a este tipo de planes. El programa de transformación en un país inmigrante consiste hoy día en un plan que el lenguaje común denomina plan Soros. Se trata de un plan de acción que describe detalladamente cómo y de qué manera hay que convertir a los rebeldes países no inmigrantes de Europa central en países inmigrantes. Por supuesto, sabemos lo que debemos hacer: unirnos. Actuar conjuntamente y no debemos abrir huecos en el escudo, o bien, citando con coraje la antigua sabiduría de los tiempos de la ocupación soviética: „Que no sonrías Iván, esto no durará hasta la eternidad, ni los 150 años nos convirtieron en turcos.” Es lo que debemos repetirnos, esto ayudará. Ahora, estimado Congreso de Intelectuales Cristianos, la situación es que nosotros no tenemos que aguantar 150 años, solamente hasta las siguientes elecciones. Para citar también a Gárdonyi: hay que mantener alejados del Gobierno a los tenientes Hegedűs, a los destructores internos de las vallas y vale la pena dar un mandato más fuerte y más amplio que nunca a los que estén listos para defender el futuro de una Hungría cristiana.
Estimados Intelectuales Cristianos,
les informo de que el Gobierno está listo para esto.