27 de febrero de 2019, Budapest

¡Buenos días, señoras y señores!

Como pueden ver, no se ha quedado ninguna carne sobre el hueso. Estoy en una situación cómoda porque el ministro de Hacienda, el gobernador del Banco Nacional y el presidente de la Cámara ya han dicho todas las cosas importantes. Antes de compartir con ustedes algunas ideas que he preparado para hoy, me permito reaccionar a unas cuantas cosas que se han comentado.

La primera es la relación entre el Banco Nacional y el Gobierno. Es importante afirmar que la independencia del Banco Nacional es plenamente garantizada por el sistema constitucional de Hungría y por la actitud del Gobierno. Sin embargo, la independencia no significa una falta de colaboración. De modo parecido, el Estado y la Iglesia están separados entre sí en Hungría. La Constitución usa la expresión que la Iglesia y el Estado funcionan separadamente. Pero no se puede excluir en absoluto que obren por objetivos comunes. Lo mismo vale para el Banco Nacional. Quiero agradecer el trabajo del Banco Nacional porque la falta de colaboración entre el Banco Nacional y el Gobierno conlleva necesariamente la separación entre la economía real y el sector financiero. Esto ya ha pasado en Hungría y la economía real ha pagado un alto precio por ello. El señor gobernador del Banco Nacional siempre alude a Austria. Éste es un gran debate filosófico. Una pregunta recurrente de la literatura húngara y, por así decirlo, de la historia del pensamiento político húngaro es cómo juzgarnos. Las respuestas son dos. Una es que nos juzguemos según nuestros propios criterios. La otra es que nos juzguemos según los criterios universales. Esta vez, por lo que veo, el universo está representado por Austria. Lo que ocurre es que uno tiende a aceptar las comparaciones con los austríacos porque éste es un partido disputado desde antiguo en que queremos al menos empatar. Por otro lado, uno acepta la necesidad de medir el rendimiento de alguna manera. Y no sólo importa medir el rendimiento a partir de los datos sino también importa interpretar el mismo después, es decir, compararlo con algo porque, de otra manera, no se puede hablar razonablemente sobre el rendimiento, ni de la economía, ni de la política. Por eso, esta comparación es justificada aunque me permito pasar el comentario antropológico que, a pesar de todo, lo que más aprecio en los húngaros son las cosas en que diferimos de los pueblos a nuestro oeste. Es decir, en la competición entre el chacó de los húsares y la peluca empolvada yo apoyo el chacó al igual que prefiero las casas solariegas de la pequeña nobleza al palacio del Kaiser. Ahora bien, ésta es una cosa importante y las dos ponencias que ustedes acaban de eschuchar ponen de manifiesto las dos ideologías diferentes en que una política económica debe estribar. A saber, por un lado, debe de existir, tal como lo demuestra la comparación con Austria, una ideología económica innovadora, valiente y ambiciosa a largo plazo, según lo ha explicado el gobernador del Banco Nacional. Por otro lado, debe de existir una mentalidad por parte del ministro de Hacienda que sea extremadamente sensata, realista y analítica en cuanto a los procesos diarios, con un enfoque permanente en los cambios producidos en el fisco y capaz de proteger al Gobierno frente a las aventuras peligrosas. Si estas dos mentalidades no están presentes, o acabaremos siendo soñadores y ello será un problema, o nos quedaremos atrapados en la realidad que, a su vez, nos tiene descontentos pues lo que pretendemos es precisamente cambiar la misma. Por consiguiente, es sumamente importante mantener las dos mentalidades así como combinarlas bien. La situación es que me toca sobre todo a mí elaborar alguna mezcla de las dos aproximaciones diferentes de manera que produzca los resultados mencionados por los ponentes anteriores.

A continuación, me permito comentar la ponencia del presidente de la Cámara. La regla principal de la política, al menos tal como la entiendo, es que uno nunca puede ser lo suficientemente listo por sí solo. Esto no se contradice con la situación que también ustedes conocen. A saber, cuando llega el momento de tomar las decisiones más difíciles, uno siempre se queda solo. Supongo que esto vale no sólo para la política sino también para las empresas. En cierto sentido, un dirigente es solitario y al final le corresponde decir amén así o asá, a la vez de asumir la responsabilidad. Sin embargo, esto no debe confundirse con las reflexiones que uno hace en soledad porque ello no es bueno. Las decisiones se toman en soledad pero las reflexiones no deben hacerse en soledad porque uno nunca puede ser lo suficientemente listo por sí, sobre todo ante el futuro de todo un país y toda una economía. Es decir, es preciso aprovechar, tal como intento hacerlo, las ideas de diferentes centros intelectuales. Por eso es importante y valioso para nosotros el acuerdo con la Cámara, celebrado hace casi una década, hecho que quiero agradecer al tiempo de animar a la Cámara que no deje de bombardear al Gobierno con sucesivas propuestas y observaciones, y que no dude para nada en avisarnos si cualquiera de nuestras medidas no ha sido debidamente discutida o resulta contraproductiva. Les pido que nos comuniquen todo esto porque todavía estamos muy lejos de que la política económica de Hungría pueda llamarse perfecta. Adolece de varias deficiencias, y algunas son conocidas para nosotros, y nos agradaría aprovechar las observaciones de ustedes en cuanto a la manera de remediar las mismas. Esta misma mañana, antes de entrar aquí, he hablado de temas así con los dirigentes de la Cámara y con los ponentes invitados.

Señoras y señores:

Ahora voy a pasar a mis temas principales. En primer lugar, quisiera hablar de lo que hemos conseguido. Ante un público como éste, debo expresarme con mucha cautela. Por eso, sólo diré que lo que hemos conseguido ya es algo. Entre hombres de negocios no me atrevo a decir más porque ustedes tienen una perspectiva especial y es algo que entiendo porque nunca he visto ningún número al que no se pueda añadir uno más, al igual que, obviamente, no hay ninguna ganancia que no pueda aumentarse con un florín más. Y la mentalidad de ustedes, obviamente, se centra en cómo incrementar aún más las ganancias de sus respectivas empresas por lo que nunca pueden estar satisfechos de la situación aun cuando, por lo demás, desde una perspectiva histórica, una evaluación sensata, en realidad, justificara el reconocimiento de los resultados. Por consiguiente, ahora voy a hablar con cautela de nuestros resultados y logros.

En resumen, nuestro objetivo era –además de las cifras ya mencionadas por los ponentes anteriores– extraer unas conclusiones del entendimiento de que la crisis financiera de 2008 no fue una crisis coyuntural en la economía europea y global. Éste es el punto de arranque para todo lo que hemos hecho desde entonces. Ésta es la cuestión clave. Desde un punto de vista intelectual, la cuestión clave es si consideramos que la crisis de 2008 fue una de aquéllas que suelen producirse en la economía del mundo y de Europa, tienen una naturaleza coyuntural y se dan pero después de su caída vuelven a subir. De hecho, sólo debemos perseverar y aplicar los métodos habituales para que la economía del mundo y de Europa regrese, más que nada, al nivel en que se había encontrado antes de la crisis. Nuestra opinión era que no se trata de esto sino de un progreso de reestructuración en la economía global que podrá conllevar graves consecuencias y desafíos para Europa, y que los europeos, incluyendo a los húngaros, no podemos confiar en el retorno a la posición que habíamos tenido antes de la crisis de 2008 si seguimos haciendo todo tal como lo hemos hecho hasta ahora. No debemos tener esta confianza. Éste era nuestro punto de arranque. Por eso, buscamos una respuesta intelectual a la pregunta de –si la crisis no es coyuntural y Hungría debe transformarse– qué forma dar a Hungría y cómo interpretar el futuro para que un país que empezamos a transformar y renovar en 2010 sea competitivo en el futuro predecible, digamos en 2019. Éste era el desafío. Y nuestra respuesta era que deberíamos crear un modelo húngaro.

Este tema se suele comentar a nivel de la comunicación política, no en la debida profundidad. Ahora yo tampoco tengo tiempo para ahondar lo suficientemente pero quiero llegar un poco más abajo. A saber, este modelo húngaro consta de un modelo económico y de un modelo de política social. La entraña del modelo de política social –tema que ahora no debería abordar en absoluto y sólo lo menciono para contextualizar nuestra política económica– es que, en primer lugar, la relación entre el individuo y la comunidad debe equilibrarse. Es decir, no es justo que el individuo saque beneficio de todo mientras que la comunidad lleve todas las cargas. De alguna manera, tenemos que dividir las mismas y conseguir el equilibrio entre la libertad y la responsabilidad por la comunidad. Si ustedes leen la nueva Constitución, verán nuestras pretensiones en este sentido.

El segundo elemento del modelo húngaro en el ámbito de la política social es la necesidad de restablecer los fundamentos de la cultura cristiana. Ahora no quiero hablar de la democracia cristiana sino destacar una sola idea y recordarles que no deben tener miedo de la afirmación de que el modelo húngaro se estriba en los fundamentos intelectuales de la democracia cristiana porque el punto de partida para el pensamiento político cristianodemócrata es que el Gobierno no es competente en cuestiones de la fe, tales como la perdición y la salvación. Insisto, la democracia cristiana no tiene nada que ver con esto en la política. Estos asuntos no corresponden a nosotros sino siguen perteneciendo a las Iglesias y a las comunidades religiosas. La democracia cristiana significa que es preciso proteger las formas y estilos de vida radicados en la cultura cristiana que, por cierto, establecen unos marcos para nuestra vida cotidiana y se han debilitado en el período anterior. Dichas formas y estilos de vida radicados en el cristianismo incluyen la dignidad individual, que debemos proteger, la propiedad y la libre empresa, que también debemos proteger, la familia, que debemos proteger, la comunidad nacional, que también debemos proteger, y desde luego las comunidades religiosas, en parte laicas y en parte eclesiásticas, que también debemos proteger. Es decir, a la hora de afirmar que, desde un punto de vista la política social, el modelo húngaro se ha ideado para restablecer los fundamentos de la cultura cristiana, queremos decir que debemos rehabilitar y reforzar la dignidad individual, la propiedad, la libre empresa, la familia, la comunidad nacional y las comunidades religiosas.

Después de estos temas que no debía haber abordado y sólo lo he hecho para darles un poco de contexto, voy a hablar del significado del modelo húngaro en la economía. En primer lugar, el modelo húngaro significa en la economía que las finanzas siempre deben estar en orden. Ésta no es una actitud adoptada en toda Europa y Hungría tampoco ha seguido este rumbo en todo momento. Sin embargo, yo estoy plenamente de acuerdo con el gobernador del Banco Nacional y con el ministro de Hacienda en que el punto de arranque para todo éxito económico debe ser el orden de las finanzas. Si las mismas no están en orden, perdemos el suelo. Y una parte mucho mayor de las ganancias que se pueden obtener en Hungría irá a parar en el extranjero y nos quedará mucho menos de nuestro trabajo. Por eso, la estabilidad de la situación financiera y el estado ordenado de las finanzas son intereses que comparte cada uno de nosotros. Por eso, no se puede tolerar ningún desmán en las finanzas. ¿A qué se refiere el término desmán? La disposición a cometer desmanes se refleja, sobre todo, en el presupuesto de los años electorales. Ustedes pueden observar que el presupuesto se descontroló en cada año electoral hasta 2014. Yo estoy muy orgulloso y considero un enorme logro –cosa que, según mi opinión, da crédito a mis comentarios sobre la disciplina financiera– de que 2014 fuera el primer año electoral sin un aumento del déficit presupuestario. Y hemos conseguido que en 2018, año de una encarnizada lucha electoral si la recuerdan –que nadie se deje decepcionar por la mayoría de los dos tercios como resultado final, porque aquella lucha sí era encarnizada–, el déficit del presupuesto se redujo frente a el del año anterior, logro sin antecedentes pero que demuestra sin lugar a dudas la veracidad de la tesis que las finanzas deben estar en orden. Esto significa que, en el futuro, deberemos mantener el déficit debajo del 3 por ciento y que el nivel de la deuda pública debe continuar su bajada hasta tener toda la deuda pública en manos húngaras. Yo estoy de acuerdo con esto. Los escalones de este programa serán determinados por el ministro de Hacienda mientras que su dirección ha sido especificada por el gobernador del Banco Nacional. Es más, mi idea sobre la deuda pública –de momento parecida al sueño de emular cualquier rendimiento de Austria– es que acabemos dando créditos porque siempre es mejor ser acreedor que deudor. Es decir, debemos obrar no sólo por pagar nuestra deuda con trabajo sino también por recoger fondos incluso por medio de dar crédito a otros. Éste es un objetivo que no debemos perder.

Además de las finanzas, el segundo elemento del modelo húngaro es la economía basada en el trabajo que sustituye la economía basada en las ayudas. Éste es un tema que debemos expresar muy claramente. Debemos sostener que no puede existir ayuda social sin esfuerzos individuales. Si damos dinero sin exigir esfuerzos individuales a cambio, nuestra economía se arruinará, y eso se ve en varios ejemplos patéticos y malas perspectivas en Europa. Tenemos que aprender, no sólo de los que son mejores sino también de los que son peores, y lo que tenemos que aprender son los errores que no debemos cometer. Por eso, considero que no debemos prestar ayuda si no exigimos a cambio esfuerzos individuales que tengan sentido y que sean admisibles y equitativos. Me parece que esto se materializa de manera adecuada en el trabajo público, en el plus familiar que sólo se asigna a los que mandan a sus hijos a la escuela, así como en nuestra disposición a ofrecer admisión y educación preescolar gratuita para los niños mayores de 3 años. Asimismo, la Constitución dispone que los niños también cuiden a sus padres. Es decir, no sólo los padres deben hacerlo con sus hijos sino también, según la Constitución húngara, es un deber constitucional que los niños cuiden a sus padres ancianos. Y considero que todas estas medidas se inscriben en el marco intelectual de que el modelo económico húngaro se base en el trabajo y no en las ayudas.

El tercer elemento del modelo económico húngaro es el sistema de las ayudas familiares, que yo ampliaría tal como hemos visto en la presentación proyectada del gobernador del Banco Nacional, porque el número de los niños y el respeto a la familia no son sólo una cuestión financiera sino un conjunto mucho más complejo y amplio de correlaciones. Por eso, nosotros tenemos que crear una Hungría favorable a la familia. Hoy no somos una Hungría favorable a la familia. Desde luego, estamos hablando de las ayudas familiares y es verdad que Hungría tiene la más alta cuota de las mismas respecto del producto bruto nacional en toda Europa pero si nos preguntamos si somos corteses con las madres, si nuestros servicios les otorgan prioridad, si las Administraciones Públicas se ajustan al ritmo de su vida, o las empresas de ustedes tienen en cuenta que una persona tiene hijos que educar, debo responder que Hungría no es remotamente un país favorable a la familia. Además del dinero, tenemos que realizar un alto número de cambios diferentes. Sin embargo, nuestras ayudas familiares tienen como objetivo –y éste es un fundamento importante del modelo húngaro– detener el descenso demográfico. Según el estado actual de la ciencia, para esto deberíamos conseguir una tasa de fertilidad del 2,1 por ciento frente al valor actual del 1,5. Al mismo tiempo, podríamos decir que nuestro popósito no es imposible porque hemos subido a la tasa del 1,5 por ciento del 1,2 aunque estemos lejos de lo que necesitaríamos. Si añado a lo dicho que la edad promedia está aumentando en toda Europa, incluyendo Hungría, por lo que perdemos a menos personas, considero que podremos detener el descenso demográfico, gracias a esta situación especial, con una tasa de fertilidad de no del 2,1 por ciento sino aproximadamente del 1,8 por ciento, y el descenso se detendrá provisionalmente pero luego deberemos alcanzar el 2,1 por ciento.

El cuarto pilar del modelo económico húngaro es el empleo total. En este ámbito tendríamos que derrotar a los checos, que son los mejores. Nuestra tasa de desempleo es del 3,5 por ciento frente al 2,6 de los checos, nivel que deberíamos alcanzar. Los números engañan y me parece que son mejores de lo que acabamos de ver porque no incluyen ni a los estudiantes, ni a los pensionistas que trabajan. Si tenemos en cuenta todos estos datos, considero que Hungría pronto obtendrá el título del país de 5 millones de trabajadores. Al fin y al cabo, si alguien que hoy todavía trabaja se jubila al día siguiente pero decide junto con su empleador que se queda, entonces recibirá su pensión y su salario y sólo deberá pagar un impuesto del 15 por ciento. Es decir, si continúa su trabajo como jubilado, tendrá realmente dos rentas: la vieja y la nueva. No puedo imaginar que esta posibilidad no sea al menos atractiva para una parte de los jubilados sanos y capaces de trabajar. Por cuanto ustedes necesitan mano de obra, e incluso aquélla con mucha experiencia, la que tiene un valor especial al aumentar cada vez más con los años, esta gente, más tarde o más temprano, aparecerá en las estadísticas laborales de Hungría. Por eso, la idea de que Hungría sea un país con al menos cinco de los diez millones de habitantes dedicados al trabajo no parece irreal.

El quinto pilar del modelo económico húngaro es el cambio dimensional en la industria. La situación es que si ustedes no realizan innovaciones en sus respectivas actividades, van a quebrar. Esto es así de simple porque si podemos creer las tendencias de aumento salarial que acabamos de ver y sus empresas van a tener cada vez más gastos de recursos humanos tal como hemos visto, y ustedes no van a ser capaces de dar alguna respuesta a este desafío, sea por mejora de eficacia, sea por innovación, entonces una parte de las empresas húngaras se arruinará. Es decir, cada uno de los que están aquí se enfrenta a un importante desafío de vida o muerte en cuanto a su empresa. Y los húngaros son un pueblo que rinde bien cuando está bajo presión y rinde mal cuando el peligro está lejos pero de repente aumenta su rendimiento, al ser un tipo competitivo, cuando el peligro llama a su puerta. Quisiera advertirles que esta presión ya se está ejerciendo, tal como lo muestran las cifras del aumento salarial. Al mismo tiempo, el cambio dimensional en la industria también producirá el resultado, expresado aquí como un plan, de que conseguiremos el aumento adicional del 2 por ciento respecto del promedio de la Unión Europea. Al mismo tiempo, tenemos que enfrentarnos a un hecho sumamente importante. A saber, Hungría no prevé un aumento radical en sus dimensiones y población. A su vez, los trabajadores invitados sólo serán admitidos provisionalmente, en un número limitado y sólo para oficios donde falta la mano de obra. Esto supone para cada uno de nosotros el desafío intelectual de enfrentarnos a un futuro en que seamos aproximadamente diez millones incluyendo exactamente cinco millones de trabajadores. Es decir, las fuentes del crecimiento extensivo, tal como acabamos de escuchar, pronto se nos van a agotar. Y a partir de aquel momento, no se producirá ningún aumento, sea por nuevos ingresos en el mercado laboral, sea por jornadas laborales más largas. Por consiguiente, quienes trabajan deben hacerlo en mejor calidad, de manera más competitiva, manejando mejores máquinas y en un orden laboral mejor organizado por ustedes porque, de otra manera, no habrá aumento económico. Esto es así porque si todos que son capaces de trabajar lo hacen, los nuevos ingresantes ya no podrán generar aumento económico en lo sucesivo. Así, el aumento deberá producirse de otra manera. Nosotros tenemos que prepararnos para que estas diez millones de personas sean la economía húngara. Asimismo, en paralelo a la política de la Unión Europea, es de anticipar que surjan economías mixtas en las regiones fronterizas puesto que la UE apoya las colaboraciones regionales y transfronterizas. En cambio, en las regiones fronterizas, que hoy todavía nos dividen y, según mi opinión, tienen reservas de mano de obra, podrá iniciarse algún tipo de evolución, incluso con la involucración en la economía húngara de gente que no vive en nuestro territorio nacional. Es más, podríamos involucrar a los que están al lado opuesto y ni siquiera son de la etnia húngara. En resumen, en las regiones fronterizas, podrían establecerse formaciones económicas mixtas serbio–húngaras, rumano–húngaras y eslovaco–húngaras. Considero que la creación de las mismas es nuestro interés porque nos supondrán una fuente de algún aumento. Por cierto, el Estado húngaro gastará varios fondos en este objetivo y la Unión Europea hará lo mismo por lo que, realmente, anticipamos un aumento extra en las regiones fronterizas.

Finalmente, el sexto pilar del modelo económico húngaro es que debemos apreciar en lo que somos buenos. Y hay algunas cosas en que somos buenos. En primer lugar, somos como un buen amo. La cultura de ser amo y tener las cosas ordenadas –me refiero no sólo a la agricultura sino también al orden de nuestros hogares–, el instinto de tener ordenado todo lo que nos pertenece y de hacer que lo encomendado a nosotros rinda frutos, son muy fuertes en los húngaros y se traducen en ventajas económicas bien claras en la agricultura. Por eso, no debemos menospreciar la agricultura ni la industria alimenticia que se basa en la misma porque entendemos de las mismas y siempre hemos sido buenos en las mismas. Siempre hemos sido buenos en el deporte. Mediante nuestras inversiones, tenemos que ser capaces de convertir el rendimiento deportivo en negocios deportivos. Esto es posible. Siempre hemos sido buenos en la cultura y la misma debe convertirse en industria cultural. El mejor ejemplo es lo que ha hecho nuestro amigo Andy Vajna, que en paz descanse. A partir de nuestro talento cinematográfico, él prácticamente construyó en Hungría una industria cinematográfica que ya es mucho más que cultura al producir rentas de más de 100 mil millones de florines para Hungría cada año. Es fin, podemos hacer negocio de sectores que no son primariamente de negocios pero en que somos fuertes, tales como el deporte y la cultura y obviamente se asocian con todo ello el turismo y la hostelería. Mientras que, naturalmente, hablamos sobre el cambio dimensional en la industria y sobre la “Industria 4.0”, no debemos olvidarnos de las cosas en que somos buenos sino debemos aprovechar las posibilidades de negocios que ofrece cada una.

A continuación, permítanme hablar brevemente sobre lo que tenemos por delante. En primer lugar, considero que la naturaleza del desarrollo que caracteriza a Hungría en la actualidad se quedará. En este sentido, la primera propiedad del desarrollo húngaro es nuestro aumento que excede el promedio de la Unión Europea con un 2 por ciento. Es algo que podemos sostener. El desarrollo es obvio por lo que los debates de destabilización política sobre el tema tienen un efecto destructivo sumamente débil porque la opinión que hoy se intenta representar en la política húngara, en el sentido de que aquí todo es malo y no desarrolla nada, se enfrenta a una incomprensión total porque nadie en su sano juicio dice cosas como éstas. Se puede decir que podríamos desarrollar mejor o no exactamente en esta dirección y muchas otras cosas pero, hoy en día, la opinión de destabilización política sobre la falta de desarrollo en Hungría no atrae seguidores en Hungría. Por tercero, tenemos toda posibilidad de que nuestro desarrollo sea inclusivo, como dicen los sociólogos, es decir que involucre a todos, mensaje que traducimos políticamente, por razones de simplicidad, en la expresión de que todos puedan dar un paso para adelante. Por eso, no se trata sólo de que una parte de la sociedad, digamos, la parte superior desarrolle sino de que cada cual puede dar un paso para adelante. Esto es algo sugerido por los datos de la pobreza, los cambios producidos en las condiciones de la población gitana y, según espero, por la reanimación de las aldeas condenadas a la extinción, proyecto que vamos a lanzar y producirá resultados. En resumen, el desarrollo mantendrá su carácter inclusivo. Por eso, estoy seguro de que paso a paso, con el desarrollo, eliminaremos la pobreza en Hungría.

¿Qué tenemos por delante? Hasta el año 2030, hemos establecido cinco o, mejor dicho, seis objetivos. El primero es convertirnos en uno de los cinco países mejores de la Unión Europea donde sea lo mejor vivir, residir y trabajar. Esto significa no sólo tasas de PIB y niveles de vida sino también limpieza, un estado ordenado y seguridad. Es decir, en una aproximación compleja, nos gustaría si pudiéramos decir para 2030, sin provocar las reacciones cínicas que se dan en nuestros días, que seremos uno de los cinco países mejor organizados de Europa.

Nuestro segundo objetivo es que Hungría sea uno de los cinco países más competitivos en términos económicos. Esto no está tan lejos como pensamos. A veces se publican índices de competitividad global sobre diferentes economías y sus modos de involucrar el nuevo capital operativo. En esta escala mundial, Hungría ocupa un puesto alto y prestigioso. No es irreal que la economía húngara sea una de las cinco más competitivas de Europa dentro diez años.

El tercer objetivo es detener el descenso demográfico, tema que ya he mencionado.

El cuarto objetivo es reconstruir la Cuenca de los Cárpatos desde un punto de vista tanto físico como económico. Antiguamente, la Cuenca de los Cárpatos formaba parte de un solo Estado húngaro. Desde entonces, el mundo ha cambiado y hoy no existe un solo Estado sino varios Estados en la Cuenca de los Cárpatos. Esta región sigue siendo una unidad geográfica y económica, sólo que es compartida por varios Estados. A mi juicio, la única conclusión que debemos extraer es que debemos cooperar. Asimismo, tenemos que actuar conjuntamente para reforzar la Cuenca de los Cárpatos, esta gran región en que cabrán los eslovacos, los serbios, los rumanos, los croatas y, desde luego, los húngaros. La situación es que la reconstrucción de la Cuenca de los Cárpatos, en un sentido primordialmente físico, significa ahora que por fin debemos extender las autopistas al menos hasta las fronteras para unir dichas áreas. Es algo que debemos realizar. Sea como sea, es una vergüenza que en estos momentos, mientras que todos somos conscientes de lo que estoy comentando, sólo podamos llegar por autopista a Austria y Serbia pero no a Croacia, Eslovenia, ni siquiera a Eslovaquia, por no hablar de Ucrania. La situación es que, mientras que la Cuenca de los Cárpatos existe para nosotros como una condición natural, las inversiones y desarrollos necesarios para poblar y rellenar la misma todavía no han sucedido pero deben suceder hasta 2030. Asimismo, hasta dicho año deberemos conseguir la independencia energética. Esto significa dos cosas. Necesitamos la central nuclear de Paks y debemos desarrollarla. Debemos aumentar exponencialmente la energía verde, sobre todo la energía solar, y debemos mejorar la disponibilidad de la energía fósil. Esto quiere decir que debemos hacer el gas extraído por Rumanía disponible para Hungría a través de nuestro país. Por otro lado, es imprescindible construir el gemelo del gasoducto Nord Stream, antiguamente llamado South Stream, ahora llamado Turkish Stream, que suministre gas ruso a Europa evitando Ucrania y atravesando Hungría. Si todo esto ocurre y si, además, podemos acordarnos con Eslovenia –nos queda poco para construir el gasoducto rumbo a Italia–, podremos alcanzar las terminales GNL italianas e –independientemente de nuestro debate con Croacia sobre el futuro de su terminal– podremos alcanzar para Hungría una fuente de energía GNL a través de una tubería en el mar Mediterráneo.

El quinto objetivo es que no sólo convirtamos a la Cuenca de los Cárpatos sino también, una vez terminado dicho proyecto, a toda la región de Europa Central en una verdadera área económica. Este territorio debe incluir, además de la Cuenca de los Cárpatos, a Polonia, la República Checa, Austria, Baviera, Italia del Norte, Eslovenia, Croacia y Serbia. Ésta es la región donde se generará la mayor parte del desarrollo europeo durante los próximos quince a veinte años. Si podemos creer las cifras que acabamos de ver, en el sentido de que el aumento económico en las áreas tradicionales de Europa Occidental quedará estancado más o menos al nivel de entre el 0,5 y el 1,5 por ciento durante el próximo año o dos, y el promedio del aumento en dichos países rondará el 4 por ciento, se ve claramente que ésta es un área económica donde nosotros tenemos cosas que hacer. Y aquí entra en juego uno de los deberes más importantes que hemos asignado o pedido al Banco Nacional, a saber la elaboración de una estrategia de inversiones húngaras en el extranjero. La situación es que no aceptaremos a largo plazo –cosa que, por cierto, János Martonyi describió ya en 1991 y 1992, en la época de oro de la privatización– que las empresas extranjeras que desempeñan un importante papel y obtienen considerables resultados en Hungría, lo cual también es nuestro interés, saquen de Hungría, más temprano o más tarde, las ganancias que no reinvierten aquí porque, en realidad, nadie reinvierte todo su dinero: cada cual genera ganancias para quedarse con las mismas al final de alguna manera. Esto ocurre cada año. Recordemos las palabras del primer ministro Babiš, en el sentido de que aproximadamente 50 mil millones de Euros son sacados cada año de los cuatro países de Visegrád por los Estados Miembro de la Unión Europea que, por otro lado, nos devuelven fondos de desarrollo a través del presupuesto comunitario. Yo también considero que ésta es una simple compensación por la desventajosa situación competitiva en que ellos pueden sacar tales ganancias de Hungría. Podemos lamentar esto y escucho esto muchas veces en la política pero esto será poco. Nosotros tenemos que dar una sola respuesta. La situación es que, por ahora, la economía húngara es incapaz de conseguir sus objetivos sin capital operativo extranjero. Necesitamos inversiones y tecnologías extranjeras, así como un cambio dimensional en la industria. Todo lo que acabamos de escuchar sobre la modernidad está parcialmente vinculado a las inversiones extranjeras. Por eso, necesitamos todo ello. Incluso, tenemos que competir para establecer en Hungría plantas que representen el mayor valor añadido posible. Sin embargo, esto tendrá la consecuencia que acabamos de comentar: una creciente cantidad de ganancias sacadas de Hungría. ¿Qué podemos hacer? En primer lugar, debemos mantener una política económica en que una parte de dichas ganancias se reinvierta en el país pero esto no lo resuelve todo. Si no queremos desligar a Hungría de las inversiones extranjeras, cosa que no propongo porque conllevaría la caída drástica del nivel de la vida, nos queda una sola respuesta y posibilidad. Nosostros también debemos ganar al menos la misma cantidad de dinero fuera de Hungría que se ganan los extranjeros en nuestro país. Asimismo, debemos repatriar desde el extranjero al menos la misma cantidad de fondos como ganancias que ellos sacan de Hungría. En otras palabras, debemos ingresar en la competencia económica global. Sin embargo, las empresas húngaras carecen de capital, como lo ha mencionado el gobernador del Banco Nacional desde una perspectiva de cien años, por lo que necesitamos un programa. Debemos generar fondos y capital para las empresas húngaras que estén dispuestas a realizar inversiones en el extranjero que puedan ser rentables y suministrarnos fondos adicionales, tal como lo hacen las naciones de oeste frente a Hungría. Ésta es la competencia global. No podemos encerrarnos ni lo propongo hacer. La única posibilidad es sumarnos a la competencia y al menos empatar el partido. Debemos introducir en Hungría al menos la misma cantidad de ganancias que se saca del país. Esto requiere un programa. He pedido al gobernador del Banco Nacional que elabore un programa así para ver cómo progresar en este sentido, combinando las herramientas que tiene el Gobierno y el Banco Nacional. Esto ha sido todo lo que tenemos por delante.

A continuación, me permito hablar brevemente sobre los V4 porque debemos ver a Hungría no sólo en sí misma sino también como parte de una colaboración centroeuropea cada vez más fuerte. En este contexto, me limitaré a algunos datos para que ustedes vean que no se trata sólo de un proyecto político sino también de un proceso histórico dotado de un verdadero cuerpo económico. Lo primero que conviene saber es que los V4 cuentan con un total de 64 millones de habitantes, un 12 por ciento de la población comunitaria, un número considerable. El aumento producido en los V4 ronda el 4 por ciento mientras que la misma tasa de la UE 28, de la que nosotros también formamos parte con nuestra tasa del 4,1 por ciento, sólo es del 2,1 por ciento. Un 10 por ciento de toda la exportación comunitaria es representado por los V4 y lo mismo vale para el 10,3 por ciento de todo el comercio comunitario. Les he dado este ejemplo sólo para demostrar que la colaboración centroeuropea ya es mucho más animada y significante de lo que solemos suponer, al menos los miembros de mi generación que suelen considerar a Hungría como uno de los países más pobres. Sin embargo, durante los últimos treinta años, estos países centroeuropeos han subido mientras que numerosos Estados de la UE más bien están bajando. En resumen, las condiciones han cambiado por lo que es justo que los V4 tengan confianza tanto en la política como en la economía.

A continuación, debo desglosar algunos puntos sobre la migración en términos económicos. No quiero hablar de cuánto dinero los migrantes se llevan a través del sistema de ayudas porque ésta es una aproximación “de planta baja”, aunque la misma sea necesaria para algunos inquilinos. Prefiero presentarles un contexto más amplio. La situación es sumamente seria pero, por lo que veo, todavía no se ha concientizado lo seria que es. Desde luego, a nosotros se suele acusar de hablar demasiado sobre esta cuestión en Hungría, mientras que los pueblos de Europa Occidental lo hacen menos. Pero éste es su problema y la cuestión no se ha concientizado tampoco entre ellos. Sin embargo, tampoco veo todavía que en Hungría seamos capaces de entender esta cuestión con todo su peso y consecuencias. Les voy a dar algunos números que son triviales. Ahora yo tengo 56 años. Según mi expectativa de vida, podré tener 25 años más. Quiere decir que en 2045 todavía viviré. Los que ahora tienen 40 años todavía vivirán en 2060. Los que ahora tienen 20 años –y nosotros podemos tener hijos de esta edad– todavía vivirán en 2080. Y los que ahora tienen diez años –nuestros nietos– todavía vivirán en 2090. Es decir, cuando yo y muchas otras personas hablamos de los efectos que la migración y la inmigración ejercerán sobre Europa y nos referimos al futuro, es posible que ello ya no afecte tanto a nuestras vidas personales pero ¿para qué sirve nuestra vida personal si no para tener hijos y nietos? ¿Y qué puede importar más para nosotros, sobre todo cuando uno va saliendo de la vida, que tener en seguridad a los que quería en esta vida? Se trata de sus hijos y nietos. Un niño húngaro que ahora tiene diez años todavía vivirá en 2090, en el mundo que exista entonces. Yo sé que la democracia divide el pensamiento político en períodos de cuatro años para vencer las elecciones pero no debemos someter todo al pensamiento de cuatro años porque estamos ante unos procesos históricos, llamados inmigración y migración, que transformarán plenamente el mundo que conocemos y en que vivimos. Y nosotros debemos prever las décadas de los 50, 70, 80 y 90 del siglo XXI e interpretar, desde esta perspectiva, lo que está ocurriendo, sabiendo especialmente que lo que ocurrirá entonces será la consecuencia de lo que está ocurriendo ahora. Quien no actúa y no se protege ahora, ya no podrá hacerlo en los años 50 y 60. Entonces, el mundo será cambiado en su propio país, en su propia ciudad, en su propia aldea, en el hogar de su propio vecino. En fin, estas cuestiones tienen tanto peso –sin querer entrar en los detalles– que quiero pedir a todos que piensen desde esta perspectiva y en este contexto por qué Hungría y los países de Europa Centrooriental que todavía no han cometido un error deben continuamente enfocar su atención en las cuestiones de la composición de la población, la identidad cultural, la independencia nacional, la conservación de la cultura cristiana y la protección de nuestro modo de vivir. Puede que un hombre de negocios a veces se irrite ante estos temas porque él debe ocuparse de cuestiones económicas cada día y la política, de vez en cuando, habla de otras cosas. Pero créanme que sus éxitos económicos y sus empresas no tendrán sentido si sus hijos y nietos van a encargarse de dichas empresas en un mundo en que sea malo vivir. Es hora que mantengamos una política en Hungría y Europa Central, de manera muy determinada y clara, que asuma esta responsabilidad.

Señoras y señores:

Este tema va a cambiar toda la política tanto en Europa como en Hungría. Hasta ahora, ha habido partidos de derecha e izquierda, así como partidos proeuropeos y antieuropeos. En los próximos años, el mundo político que influye también en la vida de ustedes será diferente en toda Europa y Hungría, de manera que, fundamentalmente, habrá partidos antimigratorios y promigratorios. Por ejemplo, los que quieren crear los Estados Unidos de Europa y situar a Hungría dentro de los mismos también quieren que adoptemos la política en que nos vamos a situar. Todos que ahora desean los Estados Unidos de Europa representan una política promigratoria y abogan por una Europa transformada por los inmigrantes. Al mismo tiempo, los que dicen lo que decimos nosotros, que somos partidarios de Europa y queremos una Europa fuerte pero, dentro de la misma, nos importa la independencia nacional, y que no sólo la Unión sino también los Estados Miembros deben ser fuertes, y que las decisiones que hemos tomado en materia de inmigración deben ser respetadas también por los que han optado por otra política; los que tienen esta opinión, es decir, que aman a su patria, podrán crear un futuro para Hungría y el futuro de la época actual en que vivimos sólo podrá ser creado por estas fuerzas. En fin, el tema de la inmigración está estrechamente relacionado con el éxito económico de ustedes, precisamente, con el sentido de los éxitos económicos que ustedes puedan tener.

Señoras y señores:

Al inicio de este año, el Gobierno asignó cuatro tareas grandes a nuestros colaboradores. La primera es preparar el giro demográfico, de lo cual es responsable la Secretaria del Estado Katalin Novák. La segunda es crear las condiciones de un aumento del PIB adicional respecto del promedio comunitario del 2 por ciento. Éste es un proyecto en que trabaja Mihály Varga y ha apuntado que nos vamos a entrevistar sobre el mismo en próximo abril. La tercera tarea es una valiente y radical reforma de la formación profesional o la continuación de los cambios producidos hasta ahora, lo cual le corresponde al ministro Palkovics. La cuarta es elaborar una estrategia de inversiones húngaras en el extranjero, para lo cual esperamos la colaboración del Banco Nacional. Éstos son los cuatro proyectos grandes en que anticipo las decisiones estratégicas del Gobierno cuanto antes.

A modo de conclusión, si nos les parece una intervención por mi parte en su vida como dirigentes de empresas, permítanme decirles algunas palabras más sobre lo que ustedes como empresarios y dirigentes exitosos pueden anticipar porque ahora estamos en una fase de ascenso. Mi trabajo es observar a los húngaros, es decir, seguir lo que están pensando, haciendo, lo que quieren y a dónde desean ir. Quisiera compartir con ustedes algunas de estas observaciones. Ustedes conocen la misma realidad por lo que cabe decir que durante los últimos años, los húngaros han demonstrado, también en las empresas de ustedes, que no sólo ustedes como dirigentes sino también los empleados húngaros de las empresas son, realmente, talentosos y diligentes. De ello se derivan nuestros resultados. Sin embargo, los húngaros se comportan de manera diferente cuando les va bien y cuando no les va bien. Y ahora estamos entrando en una fase cuando las cosas empiezan a marchar bien y algunas cualidades van a surgir. Me parece que ustedes deben contar con ello. Yo tengo un oficio afín por eso digo que yo también debo contar con ello.

La primera cosa con la que debemos contar, conociendo a nosotros mismos, es nuestra tendencia a dar por sentado el éxito. Estaba observando las negociaciones de salario. Pues, allí se demandaban aumentos de sueldo del 4 a 5 y del 10 a 20 por ciento como si la posibilidad de incrementar los salarios con un 10, 20 o 30 por ciento fuera la cosa más natural del mundo. Conivene fijarnos en que los húngaros, ante una fase exitosa, suponen que el éxito será natural en el próximo año porque lo han tenido en el anterior. En este sentido, les propongo a todos quedarse realistas porque, de otra manera, generaremos unas expectativas que no podrán ser satisfechas ni por ustedes, ni por la economía húngara ni por la política húngara.

La segunda cosa que debemos advertir es que los húngaros aflojan cuando tienen éxito y han demostrado su talento. No digo que se echen atrás pero, de alguna manera, la tenacidad con la que salen de las dificultades tiende a desaparecer. Y por cuanto ahora necesitamos una transición justamente a una economía intensiva, nuestra peor cualidad es que aflojamos una vez llegados a una fase de éxito. Pero para quedarnos exitosos, debemos mejorar nuestra competitividad, lo cual requiere de una mejor calidad e intensidad de trabajo. Tendríamos que convencer a los húngaros de que esto tiene sentido e incluso es necesario.

La tercera cosa es que en estos momentos –cosa que veo en el Gobierno y supongo que también es así en las empresas–, empezamos a postergar los pasos fuera de nuestra zona de confort. Es decir, cuando las cosas van bien y tenemos éxito, sabemos que deberíamos realizar algunos cambios pero ello nos sacaría de nuestra zona de confort, engendraría conflictos, y entonces lo postergamos porque, en realidad, las cosas marchan bien. Por cuanto llevo 13 años de primer ministro, yo noté esta cualidad recurrente entre los años 1999 y 2000. Es decir, debemos prepararnos para realizar esfuerzos extra a la hora de convencer a los húngaros de que, en realidad, las cosas marchan bien pero hace falta introducir cambios porque mañana y pasado no marcharán bien.

Finalmente, también es típico que los húngaros vayan perdiendo su solidaridad cuando las cosas empiezan a marchar bien. Mientras hay problemas, nos recobramos de alguna manera pero cuando empieza a irnos bien, todos nos movemos. Ya todos han conseguido algo y entonces todos nos mueven. Esto engendra los conflictos innecesarios que deterioran nuestro trabajo y espíritu de trabajo. Los que somos responsables de dirigir al país, ustedes en la economía, nosotros en la política, debemos tener muy en cuenta, en el próximo período, las cualidades que acabo de describir y que son conocidas para ustedes porque, a mi juicio, sus observaciones cotidianas las confirman ya que nos enfrentamos a decisiones muy importantes y tareas difíciles. En este sentido, concluyo mis palabras. Es decir, el mensaje principal es que la recompensa del éxito común que hemos cosechado durante los últimos años es nuestro deber de trabajar aún más porque si no pedaleamos, la bicicleta se tumbará.

Muchas gracias por su atención.